“Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes”, dice Santiago 4:8.
Observemos las maravillosas cualidades de Dios
Dios posee muchas cualidades
maravillosas. Algunas de las más sobresalientes son el amor, la
sabiduría, la justicia y el poder. Su sabiduría y su poder se evidencian
tanto en el distante universo como en el mundo que nos rodea: desde las
imponentes galaxias hasta los diminutos átomos. El salmista escribió:
“Los cielos están declarando la gloria de Dios; y de la obra de sus
manos la expansión está informando” (Salmo 19:1; Romanos 1:20).
La creación también refleja el amor
de Dios. Por ejemplo, la manera como estamos hechos demuestra que Dios
quiere que disfrutemos de la vida. Nos dotó con la facultad de ver los
colores, gustar y oler, deleitarnos con la música, reír, disfrutar de la
belleza, y tantas otras aptitudes y características que no son
absolutamente esenciales para la vida. Dios es en verdad generoso,
bondadoso y amoroso, cualidades que sin duda hacen de él “el Dios feliz”
(1 Timoteo 1:11; Hechos 20:35).
Pensemos en las cualidades de Dios
Es posible que alguien tenga
cualidades magníficas, pero para acercarnos a esa persona es preciso
pensar en ella. Lo mismo es aplicable a Jehová. Meditar sobre sus
cualidades es el segundo paso esencial para acercarnos a él. El rey
David, un hombre que en verdad amaba a Jehová y era ‘agradable a Su
corazón’, dijo: “He recordado días de mucho tiempo atrás; he meditado en
toda tu actividad; de buena gana me mantuve intensamente interesado en
la obra de tus propias manos” (Hechos 13:22; Salmo 143:5).
Cuando observamos las maravillas de
la creación o leemos la Palabra de Dios, la Biblia, ¿meditamos, al
igual que David, sobre lo que vemos y leemos? Imaginémonos a un hijo que
acaba de recibir una carta de su padre a quien quiere mucho. ¿Qué hace
con la misiva? No la lee por encima y la deja olvidada en un cajón. Por
el contrario, la estudia, fijándose en todos los detalles y matices. De
igual modo, la Palabra de Dios debe ser valiosísima para nosotros, tal
como lo fue para el salmista, quien cantó: “¡Cómo amo tu ley, sí! Todo
el día ella es mi interés intenso” (Salmo 119:97).
No hay comentarios:
Publicar un comentario